miércoles, julio 27, 2005

"Ya no se disputa el espacio, se lo deja", por Rafael Cippolini

1- ¿Como definiría hoy el concepto de espacio público?
Entiendo espacio público como aquel sitio reglado por el Poder Público. Reglado en un doble sentido; Primo: el espacio público representa (es la imagen de) el Poder Público, de la misma forma en que el Poder Público (en el caso de la Ciudad de Buenos Aires, con un Jefe Gobierno de la Ciudad) se constituye en representación de los ciudadanos. El espacio público nos representa a todos los ciudadanos, a partir de las políticas del Poder Representante. Secondo: el espacio público es el sitio donde se ejerce el Poder Público con menor interferencia.
Me parecería más interesante desplazar la pregunta: ¿cuáles son las relaciones actuales entre el espacio público y la vida pública? ¿qué es la vida pública y de qué manera acontece? ¿cómo construimos y de qué forma vamos modificando estas relaciones?

2- ¿Que cambios se perciben en el después de la crisis del año 2001?
Tengo la sensación que a partir de los hechos de diciembre de 2001 se subrayó aún más un síntoma muy antiguo en el país (incluso más en el resto del país que en la Ciudad de Buenos Aires, y en este sentido los porteños nos fuimos progresivamente sumando a una sintomatología más extendida) de convertir, conceptual y materialmente, al Poder Público en lo Otro, en una Otredad, lo cual indica un enrarecimiento en la representación del Poder Público. Pareciera que los ciudadanos estamos reñidos y molestos con la representatividad; no nos sentimos representados. Y este enrarecimiento de la representatividad es lo que percibimos en el espacio público.

3- ¿Cuál es el rol de las instituciones en el espacio público hoy?
La más triste consecuencia de este conflicto de representación del ciudadano con el Poder Público (en definitiva, uno de los grandes motores de la crisis) es la autoadjudicación del rol de víctima en la mayoría de los ciudadanos (algo que se fue convirtiendo en una idiosincrasia del carácter porteño y argentino): los ciudadanos creemos –estamos convencidos- de ser víctimas de Lo Otro, que es el Poder Público (un Poder Público que no nos representa de la forma en que nos gustaría que nos represente). Así, el espacio público se transforma en un espacio victimizado: si durante la década del ’90 la ciudad se fue volviendo más fea y menos hospitalaria (en clara sintonía de lo que sucedía con el Poder Público nacional), las instituciones fueron gradualmente mimetizando su discurso al de un espacio victimizado: un espacio público enfermo de la misma crisis de representación que vive el Poder Público. El rol de las instituciones, a mi entender, sería desvictimizar el espacio público: generar y alentar políticas que sanen la representatividad que le es constitutiva.

4- ¿Que fenómeno urbano emergente de estos últimos cinco años le parece relevante?
Más que de un sitio preciso, me gustaría referirme a una conducta. El espacio público pudo definirse por décadas como un espacio de disputa: había que ocuparlo, dejar marcas (todavía tengo en mis retinas las sucesivas carpas de reclamo frente al Congreso de la Nación: la carpa de los docentes, la de los jubilados, etc). Se trataba de ganar espacio, de resignificarlo. Ahora parecería que la conducta dominante tiende más a la figura histórica del Éxodo Jujeño: abandonar la escena, eliminar las marcas. Ya no se disputa el espacio, se lo deja. No pensarlo, no preguntarse sobre él, esquivar el tema, son todas taxonomías de un mismo síntoma.

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