miércoles, enero 04, 2006

Notas sobre urbanidad- por el Club de Arquitectura.

“No es la ciudadanía ni las transformaciones de las estructuras sociales o de las formas de dominación de las que dependemos, sino lo que llamare la civilidad… tanto cortesía como urbanidad son demasiado débiles, y no me gusta mucho civilización porque este termino va a la par con la idea de que hay bárbaros o salvajes, y se sabe lo que quiere decir aportar la civilización a los otros”, Escribe E. Balibar en su libro Derecho de ciudad; en la medida en que trata de precisar los términos del debate urbano-político, estos se vuelven ambiguos o se desactualizan al mismo tiempo en que se usan. Nos interesa particularmente la descripción de ciertos términos como “débiles”.
Por un lado tenemos la necesidad de buscar y desplazar palabras (y o conceptos), en tanto estos se hacen menos usables, y también menos precisos. Por el otro, y quizá como una alternativa política a la política entendida como violencia, idea aún operativa (podemos pensar en que nuestra trama institucional está en manos de políticos que creyeron en la efectividad y la moralidad de la violencia, o de la contraviolencia, que es sólo otra forma de violencia, como forma de la política) nos interesa la característica débil de palabras como cortesía y urbanidad, que no pueden dejar de estar relacionadas con la hospitalidad o la conversación, es decir ámbitos tradicionalmente lejanos o contrarios tanto al estado como a la violencia. También estos ámbitos configuran juegos sociales de gran efectividad (micro políticas) pero de baja intensidad política.

La palabra urbanidad (refiriéndose, aun, confusamente a algún tipo de interacción de personas en un medio público) puede abrir una posibilidad: podemos imaginar un tipo de juego social o contrato (entre qué? entre quiénes?) mucho más débil y difuso que el propone la palabra ciudadanía, con sus derechos y deberes. En esta debilidad podemos encontrar un estrategia de apertura del campo para espectadores y acciones o actuaciones. Urbanidad es lo que podría tener un extranjero para con un local, o un ciudadano para con un extraño, o dos ciudadanos que no se saben como tales uno al otro.
La palabra política presenta además otros problemas actualmente; al definir el juego estratégico de fuerzas (sociales) sólo entre actores que puedan ocupar grandes territorios del espacio de toma de decisiones o del espacio de propaganda, se deja fuera a una parte importante de las interacciones que ocurren en lo urbano. Un hecho visible es que la política puede ser vista cada vez más como una profesión específica, y por tanto sólo una parte autodelimitada de la ciudad.
Los antiguos manuales de urbanidad, con su acento puesto en los modales comunes a mujeres y hombres, en momentos en que estas no eran ciudadanas, dan una pista para un tipo de protocolo o espacio “inferior” para la interacción pública; por tanto mas extensible y igualador. Todo esto sin dejar de tener en cuenta el carácter de dispositivo de control de los mismos. Pero quizá allí mismo (apostando a su condición de articulador social) reside una clave de su futuro uso no previsto.

En la medida en que el espacio público se informatiza, se dispersa, se propaga, podemos hablar de un espacio público extendido. Para explorar un espacio tal, difuso y con limites cambiantes precisamos instrumentos flexibles o usos desarticulados de viejas herramientas. Aquí puede aparecer la vieja palabra urbanidad…

La urbanidad puede registrar dos campos de acción: 1- el campo de la publicidad (de lo que se hace público). El lugar cruces, grumos o mezclas. En este campo operan la representación, el juego y el contrato, y el teatro… y 2- el campo de las estrategias, del choque de intereses y estrategias, también definido por el modelo del juego, pero del juego agonal. Campo de choque, y de competencia. Campo de Marte, o de guerra, en la medida en que esta está definida por algún tipo de acuerdo o legalidad.
Cruces y choques. Mezcla y competencia.
Podríamos jugar a llamar urbanidad a estas acciones-situaciones en la medida en que circunscriben espacios o acuerdos entre actores que se reconocen entre si pero no necesariamente determinan entre si alguna soberanía o derecho. Son interacciones entre actores que se reconocen provisoria o débilmente, por lo menos en principio. Urbanidad define un campo de juego abierto, débil y provisorio.

Ahora bien, en un proceso de densificación como el de las grandes urbes, de emplazamiento (o entrelazamiento) de cruces, la urbanidad es un juego provisorio por dos motivos: 1- porque las condiciones de esta densidad, están dadas, por un lado, por lo que podríamos llamar vínculos de asociación libre, pero tensionadas por energías de choque o conflicto (desobediencia, disputa de poder o juego estratégico, etc), que es el factor de permanente desestabilización, y 2- por un movimiento contrario a esta superposición de cruces y conflictos. Entonces un proceso tal de publicidad se ve acompañado de lo que podríamos describir como un desfondamiento; de un contramovimiento de dispersión. Un movimiento inverso que, sin embargo, no llega a desprenderse totalmente de la órbita de algunos cruces densos. Conformándose así una zona que no es urbana ni rural, que definitivamente no tiene las características de aquellas, y que se presenta como un modelo alternativo y rival del cruce(choque) múltiple que es lo urbano… así que lo que hoy intentamos definir como urbanidad no puede dejar de definirse en relación a este movimiento en su borde, en el borde de las ciudades, un borde claramente menos denso, pero si desproporcionadamente más extenso, que la ciudad, que lo urbano. Este borde es el conurbano; y podríamos llamar Conurbanidad al “juego” de interacción social particular en un medio de densidad media o mínima…

Esta competencia de multiplicación y de-multiplicación de los cruces sociales, está lejos de poder localizarse a nivel espacial o geográfico, operando, entonces la urbanidad y la conurbanidad tanto en la ciudad como en la periferia; desde la conformación de nuevos espacios de cruce lejos de los históricos, a microprocesos de conurbanidad en lugares históricamente densos, por ejemplo espacios públicos más o menos estables, que a través de, por ejemplo, operaciones de privatización, van definiendo desdensificaciones dentro del grumo urbano….
El juego de reconocimiento mutuo débil que describe la urbanidad, se da en paralelo, entonces con un juego de conurbanidad tramado por indiferencias estratégicas.

La urbanidad en la periferia opera con otras reglas, que por analogía podríamos llamar de con-urbanidad.
¿Tendrían sentido allí las palabras del glosario de urbanidad? ¿Tendrían el mismo sentido? ¿Estarían los mismos términos pero desplazados?
Si la urbanidad es lo que podría tener un ciudadano para con un extraño, la con-urbanidad es la discontinuidad de esa integración social.
Si la urbanidad da lugar a la interacción de personas en un medio público, la con-urbanidad la limita, pone barreras a ese fluir del discurso entre iguales.

La con-urbanidad es la desconfianza por defecto ante el desconocido, que opera de lleno en el momento de transición entre el espacio público y el privado. El momento de llegada a la casa, o a la entrada de un edificio se ha vuelto un momento incómodo, y el espacio donde esa acción se desarrolla, un espacio de indeseable disconfort. La presencia de varios dispositivos así lo demuestra: cámaras de circuito cerrado, rottweillers, personal de seguridad privada…
A otro nivel se ponen en funcionamiento los dispositivos de “actualización” de los manuales de urbanidad. Clarín y La Nación, cada uno a su estilo regula las conductas de los individuos en la ciudad. Clarín a través de sus consejos anti-robos anti-secuestros, en connivencia con la policía federal; y La Nación a través de sus fascículos coleccionables para que el ciudadano sepa como defender sus derechos frente a los delitos más comunes de hoy en día (o algo así). Los dos diarios con mayor tirada operando sobre las interacciones sociales urbanas, y en ambos casos el “crimen” interviniendo como regulador de esas relaciones. Estas novedosas publicaciones responden a la re-escritura de ciertos modales urbanos que han sido desdibujados y a otras rutinas que han debido ser inventadas.

Opción de tomar el concepto de bondage como muestra de un nuevo tipo de urbanidad.

Uno de los grandes descubrimientos del bondage, del sadomasoquismo como práctica, ha sido la posibilidad de acordar y de actuar fantasías de dominación y sumisión a través de un juego erótico, un especie de auto-análisis de las posiciones mutuas de poder en condiciones de igualdad. Es un juego paradojal, moderno; pues sólo a partir de un radical reconocimiento mutuo pueden ser establecidas las reglas de una escenificación de la ausencia de igualdad, en la medida en que es representación tiene que ser estructural la igualdad de los participantes. Claro que es una práctica muy potente para mantenerla encerrada en los confines de lo privado: y ciertamente es una práctica política.

Pero ¿como pasamos de una esfera privada a una pública? Eso nos lleva a la pornografía y otras formas de difusión cultural -el verdadero placer por la pornografía reside en la continua necesidad de actualización del material. Internet ha permitido abolir la pornografía en papel, junto con institución del hogar como “el espacio privado” por excelencia para la pornografía. Hoy el hogar de nuestra metrópolis es prácticamente una articulación a una forma de espacio semipúblico, a punto de sucumbir a la implosión sufrida por el espacio público como solíamos conocerlo. La “nueva definición” de la palabra Urbanidad nos lleva a ver la manera de como articular los descubrimientos del bondage con nuestros actuales problemas de urbanidad… por ahora podríamos decir que la actitud ciudadana en las calles de Buenos Aires presenta una especie de bondage al revés (donde no hay posibilidad de acuerdo), pues hay una desigualdad de base; pero el artificio estaría en la representación de una igualdad abstracta del espacio entre los participantes… La fuente de placer esta en el fingimiento, no del dolor o del castigo, sino de la apatía de las relaciones, el placer esta en representar indiferencia, in-diferencias, en representar o actuar un espacio de igualdad inexistente entre los participantes (a la inversa del bondage, donde se actúan las diferencias): aquí las reglas de la actuación son otras, todo lo contrario de las exageraciones….

El bondage plantea una modalidad de relaciones posible para pensarlo como un ejercicio de urbanidad. El punto fundamental en este caso es la existencia de roles y su asignación; los roles o papeles se deciden y se “actúan”. Es un juego sobre las apariencias en el que una suerte de contrato regula la interacción, y hay una decisión de las partes de participar. La práctica bondage es un modelo que exagera lo apariencial, la actuación, la escenificación que necesita la urbanidad. Y esta faceta actoral del bondage que nos sirve para entender algún aspecto de la urbanidad, se opone a lo que es la ausencia de actuación: el ser. Ser totalmente uno mismo, inmutable, asumiendo lo absoluto de la genética para la conformación de la identidad. Podemos llamar paternalismo a los lazos sociales basados en la biología y la familia que aparecen reiteradamente en el imaginario civil y político argentino.

¿Cómo se hablaron a si mismos los actores que intentan monopolizar el sentido de lo sucedido en Cromagnon? Las víctimas no fueron hombres, mujeres o niños, mucho menos ciudadanos: ellos eran Hijos. Diversos tipos de discursos paternalista tratan de conquistar desde las figuras soberanas de la paternidad, no solo el ánimo público, sino también cierta noción racional de justicia (con sus culpables, sus víctimas y sus derechos), esto se ve por ejemplo en el espacio de los padres de la víctimas en los medios e incluso en las mismas instituciones; se espera de ellos de alguna manera algún tipo de autoridad moral y política, no simplemente escucharlos o acompañarlos. Es decir que para tener una relación con lo sucedido hay que tener un vínculo genético; pero no olvidemos que es la misma óptica implícita que tienen los nombres de agrupaciones que luchan por los derechos humanos como h.i.j.o.s. o madres de plaza de mayo. No son metáforas menores en la Argentina. Estas metáforas sociales no vienen solas. Son como constelaciones de ideas y referencias, y su apariencia es la de un “razonamiento natural”; en el caso de las metáforas genéticas el efecto es doble, sería razonable que el vínculo genético fuera portador de autoridad. Una de las cadenas que se han conformado podría ser más o menos la siguiente: padres, hijos, casa, autoridad, seguridad. Quedando al mismo tiempo formada la cadena contraria, por ej.; extraños, delincuentes, calle, descontrol e inseguridad. ¿Por qué hay un acuerdo casi instantáneo para aceptar esta jerga y su lógica?

El discurso de Blumberg (“en nombre del hijo”) es una de las lógicas retóricas que la ciudad está aceptando; no solo apela a la autoridad familiar (hemos visto los deslices raciales de este discurso) y su conexión apologética con lo doméstico; sino que lo ingenioso de su reverso es la manera de ocupar la calle: gran cantidad de gente “sale” a partir de la indignación, el miedo y la sospecha sobre esa misma calle. No son ciudadanos, son familiares. Las calles se volvieron peligrosas, y el espacio público puede ser el lugar donde expresar el miedo a los extraños y la autoridad de los padres sobre los hijos, en un plano más abstracto, la autoridad de los lazos de sangre por sobre los lazos de urbanidad y los políticos. La calle es el páramo frente a la casa. Y las instituciones, tanto las públicas como las privadas: ¿qué figura juegan en este escenario?, ¿son como grandes casas?, ¿son reductos de actividad privada cuyo ámbito público son los medios de comunicación? El futuro del discurso común, del habla pasajera, pero también de algunos hábitos de ciudadanía, sobre el espacio público dependen de este tipo de preguntas. Del tipo de imaginación que podamos desarrollar para hablar sobre aquello común entre nosotros que exceda unos supuestos lazos genéticos, lazos que promueven una supremacía moral sobre cualquier tipo de conversación. ¿Como hablar sobre el espacio público?

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